REVERSO
nº 2
(de-) construyendo identidades
La Producción de identidades
El sistema heterosexual se reproduce por exclusión implícita del homosexual, que carece así de identidad como sujeto. De ahí que la cuestión de la identidad esté profundamente ligada al silencio. La entrada en la vida discursiva se ha producido en un primer momento a través de la reclamación de una condición de sujeto con idénticas caracterísicas naturales a las de los sujetos heterosexuales normativos o sea incluir en la norma lo que estaba excluido de ella. Más tarde la visión constructivista de las identidades ha puesto de relieve el proceso de naturalización de las identidades normativas y con esta perspectiva se ha abierto un enfoque político distinto, que consiste en desestabilizar la producción de identidades del sistema heterosexual, los mecanismos de censura implícita por los que se impone, así como las categorías de verdad y naturaleza que fundamentan la la norma cultural. Redefinir, en suma, las coordenadas del sujeto y de la identidad.
Las problemáticas de reclamar una identidad esencial y única han sido puestas en evidencia desde la perspectiva construccionista y la teoría queer donde las identidades esenciales se consideran resultado del mismo sistema heterosexual que produce la homofobia, y que la sostiene. Si bien el debate construccionista-esencialista experimentó su auge en los años 80 las tensiones que lo marcaron siguen hoy presentes en buena parte de los planteamientos políticos y teóricos. Donde la contradicción entre construccionismo y esencialsmo es falsa: no se trata de oponer naturaleza a cultura sino de demostrar que la naturaleza es cultura, discurso, y que toda categorización naturalista, científica y ontológica está al servicio de la producción discursiva y cultural de ciertas categorías. Simon LeVay informa en este número de Reverso la rama llamada esencialista del debate desde la postura científica (siendo la más significativa quizá una rama del feminismo) y defiende la eficacia política de unos planteamientos en los que la naturalización de la identidad, en este caso desde el discurso científico, es indisociable del discurso político. Igual que la homofobia funciona a través de muchas contradicciones y que dichas contradicciones son esenciales al funcionamiento de la homofobia, las contradicciones de una identidad gay dirían algunos- no la han hecho del todo inoperativa politicamente En otros casos se habla de las identidades sexuales como un error necesario, una transición. La popularidad de estos planteamientos quizá tenga que ver por un lado con el aspecto acogedor de una Identidad bajo la que resguardarse, por otro con las desconfianzas que inspira la perspectiva constructivista, que tienen posiblemente varias causas: la pertenencia de la teoría a una élite académica ha contribuido a las malas lecturas de la teoría queer entre un publico no iniciado que ha acusado a dicha clase priviliegiada de permitirse el lujo de disertar ininteligiblemente sobre las minorías de las minorías. A su vez la teoría queer plantea un panorama político incierto, inseguro.
Una de las afirmaciones más controvertidas de la teoría queer ha sido la no necesidad de un sujeto esencial para la acción politica. Judith Butler llama la atención sobre el hecho de que para unas políticas de coalición no solo no es necesario identificarse bajo un único signo, sino que no es posible ni deseable y que la coalición ha de estar fundada más bien en el reconocimiento de las diferencias entre los que la componen y que definen los puntos estratégicos que hacen significativa la coalición.
Bersani, entre otros, ha alertado que anular la identidad equivale a afirmar el silencio que la sociedad de suyo impone. Pero la deconstrucción de la identidad sexual esencial, natural y universal no está destinada a un borrado del sujeto, sino a posibilitar otras enunciaciones del mismo y con ello nuevas posibilidades para articular la política, a menudo dirigidas a una visibilidad exacerbada. Tanto más cuanto que el sujeto, al carecer de un contenido definicional fijo, es móvil en función de la posición política. La teoría queer plantea la enunciación de un yo estratégico, un posicionamiento, que se llevará a cabo allí donde tenga un significado político, pero no hará referencia a una esencia ni tratará de capturar por completo su referente. La reflexión queer no supone una afirmación del margen que solo contribuiría a afirmar la norma- sino que actúa desde el margen para realizar un cambio profundo en la concepción de las identidades. La identidad queer sería una acción, no una esencia, no se es queer, sino que se queerizan puntos estratégicos del sistema heterosexual. No se trata pues de la visión utópica de un futuro postidentitario sino de la contingencia de un presente de resistencia y de contraproductividad.
El Goytisolo que se nos presenta en este número es acaso una original reinvención del sujeto queer: uno que se define por la acción, no por una esencia, una acción hiperbólicamente paródica, un sujeto que articula discursos desde la heterodoxia una heterodoxia nunca totalmente definida en cuanto a esencia, sino como posicionamiento cambiante-, discursos articulados con la apropiación del propio vocabulario del régimen que vitupera y es esa acción la que se alza como ruptura radical del silencio, como enfent terrible de la denuncia. Es precisamente esa parodia la que al mismo tiempo le sirve para perfilar y ensalzar la heterodoxia, pintarla con pinceladas que preservan toda la fuerza sublime de aquello que destruyen. En resumen, una lección magistral de queerización desde perspectivas alejadas del ámbito anglosajón, provenientes de esa zona sotádica de la que España (y Marruecos) se dice que forman parte...
Dado que el concepto de identidad plantea un campo muy vasto de debates en ningún modo se pretende en este número abarcar toda la extensión de los mismos. Nos concentraremos en esbozar algunos de los múltiples interrogantes en torno a la identidad, allí donde se percibe una tensión entre la necesidad de construir y deconstruir.
Para futuros monográficos se deja el estudio detallado de los diversos modelos y conceptos de identidad que se han articulado así como una genealogía del concepto de identidad desde el inicio del movimiento gay; de las políticas de identidad y del debate contruccionista-esencialista; la relación compleja de la identidad con el concepto de cultura y subcultura, el espacio y el gueto, la comunidad y el movimiento anti-gay. Tambien se deja para ocasiones futuras el estudio de la producción de identidades y exclusiones de la cultura gay. Así como el estudio de las diferentes especificidades que se perfilan en las subculturas gays, lesbianas, trans y la transversalidad de la cuestión de identidad con otras cuestiones (clase, raza ).
La crítica que se articula en este número se dirige hacia el concepto esencialista de una identidad homogénea si bien somos conscientes, como señalara Sedgwick, de que el espacio en el que ahora reflexionamos ha sido abierto por los movimientos identitarios. Es de notar que la palabra identidad no tiene un significado unívoco, así los diferentes artículos del presente número no se articulan en torno al mismo concepto de identidad, donde se plantea la cuestión de la definición misma del significado. Donde en algunos se prefiere abandonar por completo la noción de identidad por lo muy asociada que esta va a las políticas de identidad y a la concepción esencialista en otros se defiende la idea de identidades heterogéneas. Frente al concepto de una enunciación estratégica del yo, desprovista de una identidad esencial, persiste la inquietud, la voluntad, de construir, si no identidades, especificidades que puedan suponer un punto de anclaje, de referencia, identidades heterogéneas y múltiples. Resurge así el anhelo de construir y el fantasma del error necesario, de identidades transitorias y de la utopía futura. Persiste el interrogante de un posible nosotros, basado en la heterogeneidad y en la acción
Sin duda una de las incomodidades que produce la deconstrucción de las identidades es que genera horizontes abiertos en un cambio de cultura política y de posición de enunciación que no está asegurada de antemano ni pretende ofrecer una definición definitiva de su contenido. Estas políticas de la ansiedad, dejan abierta la enunciación del yo a futura vida lingüística, a futuras apropiaciones, donde esta abertura se contempla como la posibilidad de generar una contienda radicalmente democrática.
J. d. V.
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